Siempre he valorado la escritura por la sutileza, reflexión y fuerza que ofrece. Es por eso que comencé a escribir bien de niño, cuando los dinosaurios y superpoderes poblaban mi imaginación; por eso, también, continué en la adolescencia, arrebatado por las hormonas y las utopías; y por ello proseguí en mi juventud, adornado de florituras y metafísica... y no cesé hasta que mi primer libro vio la luz: un libro sobre educación... ¿quién me lo iba a decir?
Nunca me ha faltado la voz de tinta y espero que así siga siendo. Comienzo la aventura de publicar mis escritos para dar un nuevo tono, una mejor afinación y, por qué no, para que otros puedan hablar también y que este monólogo digital pueda convertirse en un diálogo de voces eternas.
¡Nos vamos leyendo!