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Algo estamos haciendo mal

Algo estamos haciendo mal, rematadamente mal, cuando el enfoque de la enseñanza de una lengua es el de aprender cómo se escriben las onomatopeyas. Da igual el idioma, da igual si es una primera o segunda lengua o una lengua extranjera; el lenguaje es comunicación, es pensamiento, es conocimiento.



No importa la editorial ni la comunidad autónoma y si ésta tiene o no lengua cooficial. Los alumnos que llegan a la enseñanza universitaria han crecido en un sistema de enseñanza que reduce el lenguaje a un código escrito del que memorizar una serie de convencionalismos sin significado. Su expresión escrita es, por lo general, nefasta, la comprensión lectora tremendamente limitada y su expresión oral cargada de muletillas e incapaz de utilizar giros lingüísticos o distintos registros.


Estos alumnos han pasado al menos 16 años de su vida aprendiendo Lengua española, valenciana, catalana o gallega. Para la mayor parte de ellos una lengua materna que, además utilizan de forma cotidiana. ¿Qué ocurre irte entonces? ¿Cuál es el problema?

¿Nos encontramos ante un drama pedagógico? ¿Es culpa de las editoriales del libro de texto? ¿Una cuestión generacional? ¿Acaso está evolucionando el lenguaje hacia una “economización” simplificándose y perdiendo riqueza léxica, gramática y de estilo?


Y qué decir de aquellas comunidades que contamos con la riqueza de una lengua cooficial. En lugar de aprovechar esa oportunidad para potenciar la competencia comunicativa de nuestros alumnos nos limitamos a repetir un mismo concepto (CONCEPTO) en los diferentes idiomas en lugar de utilizar enfoques integrados que se complementen.


Algo estamos haciendo mal, rematadamente mal con la lengua de Becquer, Cervantes y Juan Ramón Jiménez.

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