La educación experiencial se entiende como un proceso en el cual las personas construyen conocimientos, adquieren destrezas y desarrollan aprendizajes a partir de la experiencia. Es una filosofía que impregna muchas metodologías y marcos de aprendizaje en el que los alumnos participan de forma directa guiados por una serie de experiencias facilitadas por los docentes.
Este método de aprendizaje va mucho más allá de la enseñanza reglada, transgrede, por así decirlo, las fronteras académicas entre el aprendizaje institucionalizado y la vida real, y puede desarrollarse en cualquier ámbito de la vida. Ofrecer a nuestros alumnos la oportunidad de participar de este marco de aprendizaje no les da acerca únicamente una serie de contenidos y el desarrollo de ciertas habilidades sino que les brinda la opción de desarrollar la capacidad de aprender a lo largo de toda su vida, en cualquiera de los ámbitos en que tengan la oportunidad de desenvolverse.
Como docentes, esta forma de enseñar da un vuelco a la carga de trabajo y a la posición que ocupamos en el proceso.
Nuestra tarea fundamental es la de seleccionar o crear cuidadosamente determinadas experiencias de aprendizaje que vayan acompañadas de reflexión, análisis crítico y síntesis.
En estas experiencias, el alumno cede voluntariamente la iniciativa y la toma de decisiones responsables al alumno, quien debe participar de forma activa, plantear dudas, investigar, experimentar, resolver problemas e implicarse desde el punto de vista intelectual, emocional y social. Esta implicación sella la actividad con una sensación de autenticidad.
Si conseguimos esta autenticidad, los resultados obtenidos del aprendizaje no quedarán en un temario, en un libro o en un examen sino que pasarán a formar parte de los modelos mentales del alumno y formarán la base de futuras experiencias y aprendizajes.
Este marco fomenta, a su vez, las interrelaciones entre los alumnos, con el maestro, con el mismo objeto de aprendizaje y con el mundo entero. Al mismo tiempo, nos encontraremos, a buen seguro, con oportunidades de aprendizaje que surgirán de forma espontánea del mismo proceso que se desarrolla en nuestras aulas (o fuera de ellas).
La tarea del docente consiste, por tanto, en la de facilitar experiencias de aprendizaje, plantear problemas, ofrecer apoyo y fomentar la reflexión individual y colectiva.
Como guía, para quien no se haya iniciado en esta fantástica filosofía de aprendizaje, existe una aplicación práctica del modelo inspirada en el ciclo de aprendizaje experiencial de David Kolb.
Organizando nuestras experiencias de aprendizaje en base a estos 4 momentos o preguntas, aseguraremos que nuestros alumnos vivan una experiencia realmente enriquecedora.
Este método, como explicaba en mi primer libro "Hacia una nueva escuela" es aplicable también a procesos de transformación metodológicas.
