En las postrimerías del siglo pasado, se nos pintaba un siglo XXI de enorme desarrollo tecnológico que acabaría configurando la sociedad del conocimiento.
Ya inmersos en este anhelado futuro, podemos constatar, en efecto, un elevado nivel de avances tecnológicos y técnicos, pero participamos en una sociedad en la que impera el vértigo, la velocidad y el constante trasiego de información a medio digerir.
La fastuosa plataforma social Twitter y la APP de mensajería WhatsApp, han contribuido en gran medida a construir una sociedad del conocimiento comprimido; recibimos una ingente cantidad de información que debemos gestionar en breves segundos antes de que el siguiente Tweet, noticia o mensaje nos asalte reclamando de nuevo nuestra atención. Las modas, que surgen a cada instante, llegan a su ocaso antes incluso de cristalizar.
¿Qué lugar hay, pues, en una sociedad de estas características para la reflexión, para el análisis crítico sosegado?
En la Educación, como realidad social que es, asistimos a una traslación de estas características y las modas, tendencias y noticias van pasando página a una velocidad desconcertante.
Esta realidad no debe hacernos perder la perspectiva o etiquetar cualquier tendencia o innovación como moda pasajera. Muy al contrario, hoy más que nunca es necesario un análisis pausado de las aportaciones que van llegando a la educación desde las distintas ciencias con las que se relaciona (pedagogía, tecnología, psicología, neurociencia...).
Con esta intención como telón de fondo, abro este espacio en el que poder compartir contigo reflexiones sobre los aspectos más controvertidos que rodean a la escuela de nuestros días.
Prometo que estas entradas durarán lo que tardas en tomarte un café, ni un minuto más.
¿Me acompañas?
¡Nos leemos!
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