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De nuevo con la vuelta a las aulas

Los profesores, como los árbitros, estamos acostumbrados a aparecer en el candelero mediático, en la opinión pública y publicada (que no es lo mismo), de forma periódica.

Lo habitual es que el de la educación sea un tema que, cuando aparece, sea por tres motivos principales:


  • Porque un político se apropia de nuestra causa por interés propio.

  • Para hablar de nuestras larguísimas vacaciones, incomparable horario y poco trabajo.

  • Porque surge un tema que puede ser carne de telediario y generar audiencia.


El último caso es el que nos toca ahora pues después de #deberessiono #lasclasesonline y #findeladocencia, la vuelta a las aulas es el tema que mejor puede rentabilizarse mediáticamente en este momento.


Desgraciadamente nos enfrentamos, de nuevo, a una discusión que por sí misma se vería zanjada en un breve intercambio de argumentos pero que se ve inflado y sobredimensionado precisamente por la rentabilidad que se le puede sacar.

Hay quienes defienden que los alumnos deberían volver ya a las aulas por tener contacto con sus compañeros y profesores, recuperar “el tiempo perdido”, recibir refuerzo y no terminar el curso “sin clases”... y todo en poco más de 15 días mientras mantenemos todas las medidas de seguridad, distanciamiento social y precauciones sanitarias. Ya nos está bien a los profes...


La realidad es que, a pesar de que los centros hemos tomado medidas de higiene y prevención y que todos estamos lo suficientemente concienciados y formados, sería un suicidio (metafórico) volver a las aulas en este momento cuando no si quiera como sociedad somos capaces de mantener las medidas que se nos reclaman a pesar de saber cuáles son las consecuencias de un nuevo rebrote. El concepto de salud pública, entendido como que mis acciones individuales tienen una repercusión social, no suelen mover las acciones de una sociedad como la española (por más que abunden los hilos de Whatsapp y vídeos promocionales que indiquen lo contrario). Baste ver la situación de nuestras playas, bares abarrotados, infracciones de las medidas de seguridad... No quiero generalizar ni ser catastrofista, simplemente dar un baño de realidad sobre la picaresca española, tan antigua como nuestra tierra.


¿De verdad queremos que nuestros alumnos e hijos asistan en masa a las aulas con el peligro que conllevaría en este momento? ¿Esperamos de ellos que no sigan el ejemplo de muchos padres y respeten horarios, protocolos, mascarillas, distanciamiento...? ¿Creemos que 15 días conseguirán lo que supuestamente se ha perdido en estos meses si es que así fuera?


No. Se mire por donde se mire, no es coherente que los alumnos vuelvan al aula presencial. No es el momento, a dos semanas del final del curso, de arriesgar todo lo que hemos sacrificado hasta ahora, que no ha sido poco.


Si dedicáramos más recursos y esfuerzos en dotar a los profesionales (en el caso de las administraciones), apoyarles y respetarles (por parte de los padres), dignificar su labor (por parte de los medios de comunicación) y dejar de perder tiempo en la queja y reflexionar más sobre la transición hacia el blended learning (por parte de los docentes) nos iría mejor a todos.

Los profes lo aguantamos todo y quizás ese es el problema.


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