Los que me conocen o me han leído, saben que hace mucho que defiendo una educación emancipada de los libros de texto. Demasiado tiempo llevamos con un sistema sometido a la tiranía de una herramienta que ha acabado por convertirse en único medio de aprendizaje.
Que nadie entienda de esto que culpo a las editoriales de esta deriva, las pobres ya tienen lo suyo con el proceso de reconversión digital y los bancos de libros que han esquilmado sus ventas. Nosotros, los profesores somos los únicos y últimos responsables de lo que suceda en nuestras aulas.
Podemos mirar hacia arriba y culpar a los políticos y al sistema que han creado con su ineficacia, o hacia fuera y culpar a los padres y su falta de dedicación a sus hijos, o hacia abajo y culpar a los niños de esta generación que sólo piensan en las pantallitas y no se motivan por nada, o hacia atrás y culpar a los profesores del curso anterior que tan mal hacen su trabajo, o hacia delante y justificar nuestro inmovilismo por la cantidad de burocracia que se nos exige… podemos seguir lamentándonos mientras los días pasan consolidando un sistema oxidado o podemos buscar soluciones que vayan más allá de las modas.
Los profesores, maestros y maestras, tenemos en nuestras manos la posibilidad de transformar la realidad de nuestras aulas y todo puede comenzar, como decía hace un tiempo, matando a la vaca…
Los libros de texto, como en el caso de la vaca, pueden servir de alimento que enriquezca nuestro proceso de aprendizaje, pero cuando ceñimos nuestra dieta a un único alimento, corremos el riesgo de sufrir carencia de determinados nutrientes. Así, el proceso de aprendizaje que se da en nuestras aulas tiende, de forma generalizada, a circunscribirse casi exclusivamente al uso del libro de texto. ¿Cómo revertimos esto?
Una vez alcanzamos la mayoría de edad, llega la hora de ampliar la variedad e intensidad de los alimentos que consumimos, y en nuestro sistema, ya empezamos a peinar canas...
¿Te atreves a dar el salto?
Comments