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No todos hemos reaccionado igual

Que no todos hemos reaccionado igual a la crisis provocada por el coronavirus creo que es algo que resulta evidente, que en el ámbito educativo ha ocurrido lo mismo, resulta también obvio. Como también lo es que los analistas ideologizados y cortos de miras de siempre vuelven a achacar algo tan complejo como lo que hemos vivido a los recortes en educación (a las alturas que estamos vienen a ser ya como el santo grial) o a vincularlo al manido argumento de la escuela concertada privilegiada de ricachones... si nos paramos a pensar un poquito, llegaremos a compartir que no es sino una cuestión de actitud.

A veces, cuando escribo, cometo el error de circunscribir mis reflexiones a la realidad que veo a mi alrededor. Imagino que esto nos ocurrirá un poco a todos en los distintos ámbitos de nuestra vida: uno habla de lo que ve, de lo que vive y, por lo tanto, de lo que conoce. Pero, de vez en cuando, una conversación casual o un simple comentario te hace abrir los ojos a un espectro más amplio de la realidad.


Algo así me ha ocurrido recientemente sobre mis reflexiones a raíz de la reacción del sistema educativo a la grave crisis provocada por la pandemia de la COVID-19.

Y, para ilustrar lo que supuso este acontecimiento, debo romper mi costumbre de no hablar de mi colegio en particular. Suelo evitar comentarios sobre el centro en el que trabajo por salvaguardar la privacidad de mis compañeros, por discreción profesional y porque pretendo que mis reflexiones sean extrapolables a otras realidades. Pero, como lo que voy a hablar de él es bueno, no creo que hayan repercusiones negativas sobre mi persona ( fingers crossed😉🤞).


El argumento que he defendido en las redes y en mi entorno desde el principio de esta crisis ha sido el de la profesionalidad y ejemplaridad de los docentes y centros educativos en la reacción tras el cierre de las aulas debido al Coronavirus. Esto ha sido lo que he vivido en primera persona y lo que he visto en mi entorno más cercano.

Pero, hace unos días, hablaba con una madre de un niño en edad de ESO, cuyo centro y titularidad voy a omitir como es lógico, y al hablarle de la realidad que han vivido mis alumnos y las familias de mi colegio, escuchaba con envidia y algo de resentimiento. Me contó la realidad que había vivido ella y su hijo durante los tres meses sin docencia presencial y cómo sus profes se habían limitado a enviar correos con instrucciones para que el niño trabajase... Sin contacto directo, sin supervisión, sin resolución de dudas, sin un seguimiento al menos emocional de los alumnos... en fin, un auténtico despropósito.

Por ello me apena tanto volver a oír que se reabre a distintos niveles el eterno debate de la escuela pública contra la concertada, como si ello tuviera algo que ver con la reacción que de forma individual hemos tenido en el ejercicio de nuestra docencia. Una vez más, hay quien utiliza la estrategia ajedrecística de que la mejor defensa es un buen ataque y trata de poner el foco de atención en el supuesto perjuicio que supone la educación concertada frente a la pública.


No suelo hablar tampoco de la escuela concertada, privada o pública porque estoy absolutamente en contra de la colectivización de las problemáticas sociales, creo que es uno de los grandes males de nuestra sociedad; al colectivizar se pierde la individualidad y por tanto se tiende a caer en clichés y generalizaciones. Ocurre lo mismo en el aula: cada alumno es único y va más allá del grupo al que pertenezca o la etiqueta que le pongamos. Y sucede exactamente lo mismo en cuanto al régimen de enseñanza en el que desarrollemos nuestra docencia.


Hay coles innovadores y tradicionales en uno u otro régimen, profesionales como la copa de un pino y vagos en uno y otro también (el debate de la educación pública o estatal lo dejare para más adelante...).


Lo que realmente me interesa a mí ahora, además de defender la profesionalidad y el bien que colegios como el mío hacen a sus alumnos y a la sociedad en general, es propiciar una reflexión entre los despistados que hayan caído por las páginas de este blog: sea cual sea la institución que tenga el encargo de pagarte, ¿como te recordarán tus alumnos y sus padres cuando todo esto pase?


Porque no todos los colegios hemos reaccionado igual

ni todos los padres han tenido la misma suerte

ni todos los profes han reaccionado con la misma entrega.

Por una educación digna y dignificante.




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