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Sobre la instrucción directa

Existe un concepto en inglés para el que difícilmente encuentro la traducción correcta en nuestro extenso y rico código de lenguaje cervantino; me refiero a las HIDDEN ASSUMPTIONS (se aceptan sugerencias).


En educación, estos supuestos o asunciones ocultas son el paraguas de la CULTURA que alberga bajo sí los postulados mecanicistas que sostienen nuestro sistema educativo.


Una de estas “Hidden assumptions” es la certeza de que solo mediante la instrucción directa se pueden trasladar conocimientos al alumno… ¡SI SÓCRATES LEVANTARA LA CABEZA! (“No puedo enseñar nada a nadie, solo puedo hacerles pensar”).


Podrían citarse para contraargumentar esta premisa numerosos autores de cualquier época de nuestra historia, baste con citar la célebre frase de Marzano, R.: “NO ES LA INFORMACIÓN SINO LA ACTIVIDAD SOBRE LA INFORMACIÓN LA QUE PRODUCE EL CONOCIMIENTO”.


El aprendizaje debe ser, por tanto, una activación de las capacidades cognoscitivas de los alumnos (Mendía, 1989) y únicamente cuando el foco de la atención (Mora) está puesto sobre dicha información es cuando ésta puede pasar el filtro de la acomodación (Ausubel) y convertirse en CONOCIMIENTO, EN SABER.


Lejos de mí desmerecer la oratoria, muy al contrario soy un muy firme defensor y ferviente practicante de esta maravillosa capacidad humana, pero el laboratorio de la enseñanza que es el aula solo arroja datos empíricos en la dirección de demostrar que el mero hecho de verter una información en el aula no es suficiente para que se produzca el aprendizaje.


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