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TRÍADA PEDAGÓGICA

Aristóteles decía que “el ser humano es un ser social por naturaleza” lo cual significa que necesitamos relacionarnos para desarrollarnos en plenitud y ubicarnos en la realidad. Como en el resto de ámbitos de nuestra vida, en el educativo la relación juega un papel decisivo.


La relación que se produce en el aula no es únicamente entre el adulto y el alumno ni entre un adulto y el conocimiento ni si quiera entre el alumno y el conocimiento; la relación multilateral que se produce en el aula es entre el profesor, el alumno y el conocimiento.


Esta multi-direccionalidad nos distingue de la mayoría de profesiones, y ejemplifica claramente la complejidad del proceso que se da en nuestras aulas. La encomiable labor de un profesor no está dirigida por tanto únicamente a establecer una relación de confianza respeto y admiración mutua con sus alumnos; tampoco consiste su misión exclusivamente en comunicar, transmitir y acercar un conocimiento determinado a sus alumnos; igualmente la tarea de intermediar entre los propios alumnos y favorecer espacios donde todas estas relaciones se puedan dar con fluidez tampoco es su única función.


Este triángulo pedagógico es la clave del proceso de aprendizaje y todas las decisiones que de forma consciente o inconsciente toman los docentes, los colegios, las instituciones y el sistema educativo en su conjunto determinan el éxito o el fracaso de este proceso.


Cualquier docente que participa de esta tríada pedagógica se ubica automáticamente en un lugar determinado entre sus alumnos y el conocimiento en base a sus modelos mentales. Puede ser que el profesor decida distanciarse de sus alumnos y centrar su atención únicamente en el conocimiento, en este caso puede ocurrir que, si de verdad es un entusiasta de esa rama del saber, si es capaz de transmitir la admiración por el conocimiento que pretende transmitir a sus alumnos, podrá conseguir que alguno de ellos se interese y despierte por tanto en ellos el deseo de saber. También puede ocurrir que, si este distanciamiento con respecto a los alumnos se produce por otros motivos como el miedo, la inseguridad o la superioridad moral, tire por tierra definitivamente cualquier posibilidad de que los alumnos se interesen por ese ámbito del saber.


Todo profesor también genera en su aula de forma más o menos consciente un marco relacional en el que los alumnos asumen un rol determinado tanto respecto al resto de alumnos como al propio conocimiento. Lamentablemente nuestras distribuciones de clase “pizarro-céntricas” sólo propician un estilo de relación unidireccional y con un único foco de atención. Desplazar este foco o posibilitar que se produzcan diferentes agrupaciones o distribuciones de aula no quiere decir que el profesor pierda el control del aprendizaje ni siquiera significa, como algunos temen, que el alumno se convierta en una especie de monarca que dicta el devenir del proceso a su antojo.


Desgraciadamente la “sociedad del titular”, la falta de cultura general, la prisa, el ruido y la aversión a los textos de más de 120 caracteres sumado a la mínima lectura de literatura de divulgación, estudios y trabajos académicos entre los propios docentes, hace que muy pocos entiendan el verdadero significado de las metodologías activas de aprendizaje, lo que significa en realidad el aprendizaje significativo o el sentido auténtico de contemplar al alumno como verdadero protagonista del aprendizaje.Mayoritariamente nos quedamos en en tweets, o en frases manidas que reducen y simplifican hasta el absurdo la complejidad de algunas teorías educativas.


Pensar en las necesidades de nuestros alumnos, en cuáles son las rutas de aprendizaje, en cómo otorgar valor al conocimiento e ilusionar a los alumnos, debe ser la reflexión que preceda a la elección de una metodología o marco pedagógico concreto y esta reflexión requiere plantearnos de raíz nuestros modelos mentales.

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