Volver a empezar, volver a los libros y a los madrugones, al olor a tiza y a las viejas programaciones.
Abrir las puertas y ventanas, quitar el polvo de los muebles, llenarse de bienvenidas.
Vestir murales con trajes nuevos, llenar de ruido las paredes sordas.
Ensayar los buenos días, soñar con nuevos aprendizajes.
Volver de nuevo, como siempre, a los nervios de los primeros días, a los llantos y a las risas, a los besos, a los abrazos, a las mochilas nuevas.
Cambiar los viejos deseos, por otros llenos de esperanza y, como si fueran los primeros, entregarnos a ellos en cuerpo y alma.
Repensar, diseñar, investigar y programar.
Buscar el cómo, el dónde y el cuándo, el por qué, con quién, el para qué y por cuánto tiempo.
Volver a empezar sin dejar de ser lo que somos, seguir siendo sin dejar nunca de intentarlo.
Volver a las clases improvisadas, a las bien preparadas y a las que nunca terminan de salir.
Ver de nuevo esos ojos ilusionados, esas sonrisas nerviosas, la emoción por una nueva aventura.
Volver a soñar.
Volver a aprender.
Volver a emprender.
Volver a volar sin alas.
Y sin cesar en nuestro empeño, volver a disfrutar, agradecidos, de la profesión más maravillosa del mundo.
Es hora de volver a empezar, maestros.
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