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Por qué insisto en el Cooperativo


Me han dicho de todo, sobre todo últimamente, por mi insistencia en el uso del cooperativo como metodología complementaria en el día a día. A veces me siento como el tipo de la imagen... ;)


Antes de la pandemia, las críticas venían sobre todo producidas por el desconocimiento metodológico. Todos hemos hecho alguna vez alguna actividad en grupo y se confunde esta estrategia con el Aprendizaje Cooperativo. Trabajar en grupo está bien, pero de ahí a un trabajo cooperativo regulado hay un gran trecho. No voy a entrar en detalles porque sería muy extenso, simplemente apuntar que el AC nos asegura la participación de todos, la implicación real del alumno en su aprendizaje y la evaluación individual y grupal.

Trabajar en grupo está bien, pero de ahí a un trabajo cooperativo regulado hay un gran trecho.

Pero a raíz de la pandemia y de las consecuentes medidas sanitarias como el distanciamiento social las críticas han ido encaminadas a la imposibilidad de utilizar esta metodología cumpliendo estas medidas. En esta ocasión entiendo en mayor medida la duda de algunos profesores sobre la posibilidad de utilizar el cooperativo, pero, una vez más, este cuestionamiento viene ocasionado más por el desconocimiento que por la imposibilidad real de llevarlo acabo.


Se puede cooperar manteniendo la distancia y sin necesidad de compartir materiales.

Este cuestionamiento viene ocasionado más por el desconocimiento que por la imposibilidad real de llevarlo acabo.

Pero, ¿por qué insisto tanto en esta metodología? ¿Es acaso la panacea? ¿Es una alternativa real a la instrucción directa, es la única metodología que defiendo utilizar en el aula?


La respuesta a todas estas preguntas es no.


No abogo por el uso de una sola metodología en el aula, ni es la solución a todos los problemas de la educación ni una alternativa integral a los problemas que tiene nuestro sistema educativo.


Si defiendo con tanta insistencia el uso del cooperativo es ni más ni menos por ser una metodología activa de aprendizaje.


Estoy convencido por mi experiencia como alumno, como profesor y como padre que el modelo pedagógico actual, proveniente del siglo XIX (y coronado por la LOGSE), es un sistema injusto, de aprendizajes superficiales, segregador, que fragmenta el conocimiento, que no provoca una comprensión profunda de la realidad, que traslada una carga excesiva al hogar y a las familias y que solo beneficia el aprendizaje de una respuesta única sin desarrollar el cuestionamiento, la duda, y la comprensión holística del conocimiento.


Hoy más que nunca pongo en duda un modelo meramente instruccional que no asegura el dominio del conocimiento y cuyo sistema de evaluación es parcial, subjetivo, aleatorio y segregador.


Las metodologías activas de aprendizaje, como el aprendizaje cooperativo, forman parte de la solución, pero el cambio que se debe producir es mucho más profundo y va más allá de estas metodologías.


Mi responsabilidad social como profesional de la educación, como padre y como ciudadano me empujan a poner en cuestión un consenso implícito e incuestionado que está cercenando el aprendizaje de millones de niños, adolescentes y jóvenes cuya desafección y rechazo hacia la aprendizaje no viene producida únicamente por la tecnología y la crisis social sino por un modelo que fragmenta el conocimiento de forma artificial lo embute en atracones de información y, tras un examen sobre el que se vierte la información memorizada, cierra esa cápsula y abre la siguiente sin solución de continuidad.

El cambio que se debe producir es mucho más profundo y va más allá de estas metodologías.

No defiendo el cooperativo porque sea la única alternativa a este modelo prusiano de aprendizaje, insisto en su uso porque forma parte de la solución.













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